martes, 11 de diciembre de 2012

Mary



Cuando el joven Manuel vio aquella construcción precaria con un anuncio descarapelado que decía “Café Mary” y se detuvo en la orilla de la carretera, agotado y decidido a comprar un café para combatir la somnolencia, nunca se imaginó que esa noche fría de diciembre perdería su virginidad.

J.S.
Diciembre de 2012

lunes, 10 de diciembre de 2012

Soneto Pornorteño I

Lamiste mi glande cuando me vine
mi recompensa por hacerte gemir
que te tragues los mecos me calienta
te pongo de perrito, te la meto.

Gimes, lloras, respiración cortada
tu coño húmedo moja mi verga
dentro-fuera dentro-fuera, contracción
placentera contracción, me desbordo.

Aprietas, aprisionas, acaricias,
exprimes sin piedad, abres, liberas,
salgo de ti, espero mi mamada.

Abres la boca, meto la reata
dulce placer, suculenta succión.
Ahora, flacidez y ganas de coca.


HR.
Diciembre  2012

viernes, 7 de diciembre de 2012

Diente por diente

–¿Cómo ve, pareja, dejamos ir a la ruca? –dijo un policía encapuchado.
     –Pos yo diría que sí, pero si no detenemos a alguien el comandante nos va a cagar –contestó otro policía que llevaba un paliacate con la figura de una calavera que le cubría la mitad del rostro, además de lentes oscuros.
     –Pos sí… pero… la ruca se chingó a estos dos zetones, deberíamos darle un premio y no meterla a la cárcel… Mejor le decimos al comandante que se escapó el asesino, que quizás era de los chapulines. Ya sabe, cosas de narcos.
     –No chingue, pareja. Bien sabe que el pinche comandante está con los zetones. Y pues, se va a enterar, de alguna manera se va a enterar.
     –¡Suéltenme, pues, pendejos! ¡Ya ni porque yo les estoy haciendo su trabajo! ¡Porque ustedes no pueden! ¡Les faltan huevos! –gritó una señora desde la parte de atrás de la patrulla, dónde se encontraba esposada.
     –Cállese, señora, no esté chingando, su vida está en juego –contestó uno de los policías.
     –¡¿Y, tú, crees que me importa la vida?! ¿Crees que algo me va a importar después de que estos dos cabrones, que ves ahí tirados, mataron a mis hijos?... A mí ya no me importa nada. Lo que quiero es morirme, pero antes tenía que chingarme a los que se chingaron a mis hijos.
     –¿Sus hijos? ¡Ah caray! Esto se oye interesante. Pareja, bájela de la patrulla.
     Mientras que el del paliacate cumplía la orden, el encapuchado encendió un cigarro.
     –A ver, madre, dígame cómo está eso de sus hijos, pero apúrele que ya no tarda en que lleguen los putos feos(1) y los pinches sorchos, y cuando lleguen ellos, nosotros ya no vamos a poder hacer nada por usted. Esos güeyes son bien culeros, sobretodo los pinches sorchos, esos güeyes só la andan violando.
     –A mis hijos los mataron estos putos –se separa de la patrulla y patea uno de los cuerpos que están tirados.
     –¿Por qué?
     –Pues porque los cabrones de mis hijos se pusieron a vender de esa chingadera. Yo les decía que no los quería en la casa mientras se dedicaran a eso, ya era suficiente verlos bien pedos y marihuanos como para que también tuviera que aguantar a dos delincuentes en mi casa. Los amenacé con denunciarlos, pero la verdad es que no pude hacerlo, eran mis hijos, ¿si entiende, verdad? Ahora me arrepiento, si los hubiera denunciado quizás aún estarían vivos… El caso es que un día les tiré su chingadera en la taza del baño, eran unas veinte bolsitas. Cuando se dieron cuenta de que les faltaba la droga se pusieron como locos, revolvieron todo su cuarto. Hasta que uno vino a preguntarme si no había visto las bolsitas. Cuando les dije lo que había hecho con ellas, comenzaron a temblar. “Jefa, no chingue, sabe lo que acaba de hacer, nos acaba de matar. Tenemos que vender esa madre y entregar la lana completa para mañana. Ahora, ¿cómo piensa que le vamos a hacer?” “Eso hubieran pensando cuando se metieron a vender esa cosa. ¿Para qué, a ver? Si los dos tenían su trabajo, no ganaban mucho pero era un trabajo decente.” “Mejor cállese, jefa, no le meto un putazo nomás porque es mi madre, que si no, ya la tendría tirada en el suelo.” “Atrévete, cabrón, y verás cómo te va a ir con tus tíos.” “Chingue su madre, a ver, saque su lana, porque si no, nos van a matar a la verga.” “Estás pendejo, yo no les voy a dar mi dinero”. Se fueron dando un portazo.
      «A los dos días, llegaron estos dos cabrones –vuelve a patear el cuerpo– y se los llevaron. Yo los conocía, eran amigos de mis muchachos desde que eran niños. Por eso me fue fácil encontrarlos. No se esperaban que una pinche ruca, como ellos me decían cuando gritaban que me fuera, que no había sido nada personal, que eran cosas del trabajo, que mis hijos bien sabían a lo que se habían metido. No se esperaban que esta pinche ruca trajera un cuete, que esta pinche ruca iba a dispararles, que esta pinche ruca venía dispuesta a todo, que esta pinche ruca iba a tener la fortuna de darle a uno en plena cara y al otro en la barriga. No sabían de lo que es capaz esta pinche ruca.
     «Así que si me van a meter en la cárcel, métanme, al cabo que no voy a vivir mucho tiempo, no quiero vivir más.
     –Todo lo que me dice ¿pasó en las Luisas, verdad?
     –Sí. De ahí soy.
     –Tenga –le entrega la pistola que le había quitado–. Aún anda uno suelto: el Güili. Usted lo ha de conocer. ¡Chíngueselo! ¡Chínguese a todos esos hijos de puta!
     –Sé dónde encontrarlo.


(1)Forma de decirle a los policías federales.


H. R.
7 de Diciembre 2012

jueves, 6 de diciembre de 2012

Chingadamadre



Yo le dije al pendejo, ¿te acuerdas, cabrón?, le debí haber dicho como treinta veces esa noche que no mamara, que ya me dejara en paz, que andaba con un humor de la chingada, que si encontraba al hijo de su pinche madre que había embarazado a mi carnalilla, justo ahora, tres meses antes de su quinciaños, lo iba a picar con el fierro oxidado que uso como navaja, y hasta se lo enseñé y el pendejo entre carcajada y carcajada me dijo que para el puño era mejor usar cinta de aislar, de la negra, que cinta canela, porque es más gruesa y aguantadora y que así es más fácil sacar el fierro de la panza del cabrón al que se lo entierras, que con cinta canela corres el riesgo de cortarte la mano y que luego iba a andar como el sacaborrachos ese mítico del centro, el que dicen que tiene un chingamadral de cicatrices en las manos porque cuando se agarra a putazos y le sacan una navaja, el güey se le deja ir al cabrón armado y agarra el filo de la navaja, así, a mano pelona y que le valen pito las cortadas porque dice que es mejor que te chinguen una mano a que te entierren el fierro en la panza y te desangres ahí lentamente como puerco, o que te corten los güebos o qué sé yo.
     Pero el cabrón no entendía, hijo de la chingada, se seguía riendo y me decía que ya, que me calmara, que a todas las embarazan aquí en el barrio, que ni que fuera la primera; me preguntaba que si apoco creía que mi carnala era diferente nomás porque iba a los jodidos grupos de la iglesia, que seguro ahí era donde se la habían cogido y que seguro fue una experiencia religiosa pa’ todos los involucrados, “tener a tu carnala ahí en la posición del Cristo, con los bracitos abiertos, y no nada más los bracitos”, me dijo el pendejo y se volvió a cagar de la risa.
     Tú sabes, pinche Manuel, que yo aguanto el carro, pero ese día no sé, cabrón, no sé si era la piedra que habíamos desayunado, o si el diablo andaba suelto en la cuadra –porque ahora que recuerdo, ese mismo día fue cuando el güero, ¿te acuerdas de él?, el que vivía al lado de la tienda de doña Pelos, agarró a putazos a su morrillo porque le descompletó una caguama para comprar un gansito– pero se me subió la sangre a la cabeza luegoluego y, chingado, tú viste, güey, tú estuviste ahí, eres testigo de que le dije que ya estuvo, puto, pero el güey andaba muy pinche alegrito.
     Pero háblame, dime algo, dime que la cagué, ya sé que la cagué, no tendrías que decírmelo porque cuando llegue el Gallito y encuentre a este pendejo así como lo dejé, y pregunte que quién chingados hizo esto, y todos agachemos la cabeza, y todos ustedes –tú también, pinche Manuel, y no te culpo– tengan la cabeza un poco inclinada en mi dirección, y entienda que sí, que fui yo el que hizo todo el desmadre, el que hizo todo este tiradero, pos me las voy a ver más que negras y lo más seguro es que mañana ya no regreso y desde luego que nadie va a preguntar qué pedo conmigo.
     Chingadamadre, Manuel, chingadamadre.

J.S.
Diciembre 2012