martes, 9 de julio de 2013

Intervención pornorteña de "Mariposa de Otoño" de Pablo Neruda


EL pájaro volotea
y arde —sarpullido— a veces.

Pito volante y masturbado,
ahora se queda parado
sobre una mano que lo mece.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de los vientres.

Hoy una mano de congoja
llena de viagra el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de los palos.
El pito, ahora,
convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.

Se va la mano que te place.
Se va o perece.

Se va la nalga que te zampes.
También la boca que te bese.
 
La puta, la zorra y la mocha.
Se va o perece.

Pasó la hora de las rusas.
El pito, ahora, convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —¿Te parece?

El pájaro volotea,
revolotea,
y desaparece. 

J.S.
Julio de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Nota pornorteña encontrada en una red social


Ustedes son muy vulgares y no se saben comportar como civilizados.
     Me encontré el libro: "Manual de buenas mañas y refinación" de la señorita de sociedad Marisa Caleche de Gaver [dios la tenga en su gloria] y les reproduzco aquí alguna de sus enseñanzas para que dejen se enseñar el cobre, bola de vulgares zánganos pelafustanes bárbaros y pocohombres:


1. Señorita: no hable con la boca llena; mejor trágueselos. Así hacen las mujeres de buena casa.

2. Señor: no se apene; también se vale usar la lengua. Es de hombres cultos y de finos tactos, de vez en cuando "bajarse a besar el chango" [así se le llama en las altas sociedades al manejo diestro de las lenguas y los idiomas].
 
     Espero tomen nota y se logren algún día.

Colaboración de un pornorteño anónimo.
Mayo de 2013.

viernes, 10 de mayo de 2013

Aquí traigo con qué


—¿Hay mucha gente, verdad?

—Sí, se vinieron todos.

—Ande, imagínate que empiece la pinche balacera.

—Cállate, ni lo mande Dios.

—Pues si se quieren desquitar se la van a pelar, aquí traigo con qué.



F. 
Mayo 2013

jueves, 2 de mayo de 2013

Diálogo Pornorteño I



–¿Se acuerda, vieja, del día en que nos conocimos?
–No.
–¡No! No me salga con pendejadas. Si siempre que la veía, me sonreía.
–Me acuerdo de cómo nos conocimos pero no me acuerdo de qué día fue.
–Pues, yo sí me acuerdo. Fue el catorce de julio del dos mil siete, ya tres años, vieja, ¡tres años! Me acuerdo porque ese día mismo había empezado a chamabearle para el comandante Beltrán, que Dios lo tenga en su santo reino. Ese día saqué a pasear al Rambo para llamar su atención. Debo confesarle que no era la primera vez que la veía, ya eran por lo menos dos meses que la veía pasar por mi cuadra.
–Era mi pasada para el trabajo. De haber sabido que eso me llevaría a estar a tu lado nunca hubiera elegido ese cam...
Paf.
–¡Cállese! No diga pendejadas o le tumbo los dientes a cachetadas.
–¡Cabrón!
Paf
–¡Cabrón de mierda!
Paf.
Paf.
Paf.
–Se va a callar de una puta vez o sus hermanos van a llevarla.
–¡No! Mis hermanitos no, por favor. Me callo.
–¡Hermanitos! Esos pinches mecos marihuanos buenos para nada. Lo único bueno que han hecho fue haberse cargado al de la tiendita de los chap… Cállese, no diga que no es cierto, bien sabe, usted, que si no fuera por mí, hace rato que se los hubiera cargado la verga. Y ya deje de chillar, no les voy a hacer nada. Se lo prometo.
«Deje le sigo contando. Tenía dos meses que la veía pasar por la cuadra. Siempre bien arregladita con su blusita blanca y su faldita gris. De primero, pensé que era hermana de religión, más luego, pensé que si fuera hermana de religión, la falda no debería ser tan corta, y no estoy diciendo que fuera muy atrevida pero dejaba ver su hermoso chamorro con su perfecto tono de piel, ni muy blanca ni muy morena. Y sus zapatillas que le levantaban las nalguitas, ¡uf!, parecía un ángel. Me enamoré de usted desde la primera vez que la vi.
«Por eso ese día estaba paseando al Rambo, me la pasé muchos días pensando como poder hacerle para hablarle, porque yo para esas cosas siempre he sido bien culo. Por eso ahí me tenía a la 1:45 de la tarde con el pinche sol lagunero amadres, con el pinche Rambo, que estaba bonito y, aunque grandote y con finta de bravo, era bien mansito. Le salí de repente con el perro casi arrastrándome, la verdad es que nunca lo sacaba a pasear, pero le compré la pechera y la cadena para esa ocasión, y usted se sorprendió: “Rambo, tranquilo”, dije. Y como si el perro hubiera estado entrenado se quedó quietecito. Usted estaba nerviosa por tremendo animalote, yo le sonreí para transmitirle confianza: “Se llama Rambo, no se preocupe es manso, no hace nada”. Eso fue el catorce de julio del dos mil siete.
«Como un mes después, ya que el comandante me tenía confianza y que ganaba más dinerito, tuve el valor de preguntarle su nombre, porque decía mi primo, el Hipólito, que también Dios tenga en su santo reino, que a las viejas hay que llenarlas con dos cosas: con harto billete y con una reatota cogelona. Y, pues, ya ve, aquí la tengo con su buena casa, sus lujos, su troca del año; y sus dos o tres cogidas diarias, ¿o no? O dígame, ¿alguna vez le he quedado mal con sus piquetes? Mire, ya hasta se me está parando la verga. Pero aguántese las ganas de tenerla dentro y apretarla con su panochita, porque todavía tengo que terminar de contarle la historia.
«Ya que sabía su nombre, le pedí que me dejara acompañarla. Y así poco a poco fuimos conociéndonos.  Mientras escalaba en su corazón, también iba escalando en importancia con el comandante. Me hice de mi carro, juntaba dinero para su casa, esta casa. Sabe, desde que la vi supe que sería mi esposa, de una forma o de otra, y pues, ya ve, estaba en lo cierto.
«¿Todo para qué?, ¿para que todos los días esté chillando?, ¿para que ande queriendo escaparse? ¡Cómo si la tuviera prisionera! ¡Esas son pinches mamadas! ¿Acaso aquí no lo tiene todo? Su pinche Lobo, sus joyas, su ropa de marca, sus zapatos lujosos, su casota, incluso le he ayudado a sus papás, a los inútiles de sus carnales, a la puta de su hermana, que todavía tuvo el descaro de acusarme de que me la estaba cogiendo. Ya ni chinga, usted, aquí tiene todo. Me tiene a mí.
–¡Porque estoy aquí a la fuerza! ¡Porque juraste matar a mi familia si me iba, maldito loco!
–¡Cállese, pendeja! Yo nunca dije eso. Yo dije que prometiera no dejarme, que no le causara ese dolor a su familia, ya ve que me quieren tanto. La pena los mataría.
–Perdónenme, papacitos, pero ya no aguanto.
–'Pérese, ¿dónde va?
–¡A la chingada de aquí! ¡Vete al infierno! ¡Tú! ¡Tu cochino dinero! ¡Tus drogas! ¡Todo!
–Usted no va a ir a ninguna parte, es mi vieja y ninguna vieja mía me hace estas mamadas.
–Yo ya no soy tu vieja, no soy de tu propiedad.
Paf.
–Ya ve lo que me hace hacerle, ya le deje toda la mano marcada. Ya no me haga encabronar y váyase a su cuarto.
–¿Y qué si te hago encabronar? ¿me vas a matar? No te tengo miedo. Te faltan güebos para matarme.
Paf.
Paf.
Paf.
–Ya.
Paf.
–Ya no me pegues.
Paf.
–Cállese y abaje las manos.
Paf.
Crac.
–¡Ah!
–Ya ve, ya le troné un dedo.
Paf.
Paf.
–Ya por favor.
Paf.
Paf.
Paf.
–Límpiese la sangre y váyase a su cuarto, ahorita la alcanzó para darle sus cogidas.


H. R.
Mayo 2012


miércoles, 1 de mayo de 2013

Intervención pornorteña de un fragmento de «La vida es sueño» de Calderón de la Barca

Cuentan de un chulo, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas putas que regía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro chulo rigiendo
las putas que él arrojó.

J.S.
Abril de 2013

lunes, 15 de abril de 2013

Intervención pornorteña de «¿Quién me compra una naranja?» de José Gorostiza

¿Quién me compra un superdildo
para mi consolación?
Un superdildo bien duro
en forma de gran vergón.

Ricas tangas con los labios
¡ay de mí!
ricas tangas con la verga
y con los labios recogí.

Nadie me diera las suyas
para pujar.
El guango y dulce relleno
yo no lo puedo chispar.

Nadie pidiera mi verga
para beber.
Yo mismo no sé si pone
o si deja de poner.

Como se pierden las putas
¡ay de mí!
como se pierden las leandras
y las putas, me perdí.

Y pues nadie me lo pide,
ya no tengo gran vergón.
¿Quién me compra un superdildo
para mi consolación?

J.S.
Abril de 2013