viernes, 30 de noviembre de 2012

Como lo posnorteño pero más porno... Y culto

¿Existe algo mejor que el porno?... Sí, adivinó, no existe nada más sublime que el porno: NO EXISTE NADA MEJOR QUE VER A UNAS PERRITAS ENGULLENDO VERGAS CON GUSTO Y VORACIDAD MIENTRAS SON EMPALADAS POR UN TOLETE VENUDO.* Y en vista de que aún no hay nada tan porno ni tan culito cof, cof, culto, a la vez en éste cuchitril, me di a la tarea de buscar la mezcla de estos dos elementos, es decir, puercote y elegante, y me topé con la melodía más bella del internet jamás creada, no esas mamadas jípsters que suelen escuchar los lectores pendejos puñetas como ustedes. 
     Enjoy, perras:


 *Todo va en mayúsculas para que vean que hablo muy en serio.



F.
Noviembre 2012

jueves, 29 de noviembre de 2012

Mientras tocaba Feist me agarré a madrazos



Pues yo no quería ir porque me recagan los pinches jípsters pero mi morra, que es bucólica por partida de padre pero bastante jípster por partida de madre, atendió al llamado de su media naturaleza y me arrastró con ella al segundo día del Festival Indio Emergente acá en Cholula.
     Llegamos temprano porque mi morra tenía la loca idea de que todo Puebla se iba a volcar al patiecito ese detrás de las pirámides para escuchar ese día a una tal Feist, quesque muy acá, de rango acá, casi casi de la realeza, entre los jipstercillos del país. Como decía, llegamos temprano y casi no había gente (así que se empezó a sentir un pinche friecito que, ay nanita, y yo nomás con una puta sudadera como si fuera a un día de campo junto al río), así que anduvimos dando vueltas por ahí, viendo las instalaciones que habían preparado los amos del ridículo.
     Por acá, por la entrada, había un auto antiguo que cumplía no sé qué función, la verdá. También, al lado contrario desde la entrada, había una combi de esas viejitas, en las que los jipis viajaban por el mundo, ataviada con luces navideñas porque supongo que un puto pinito de navidad es muy méinstrim.
Total que para paliar un poquito el frío, nos compramos unas cheves y seguimos caminando hasta el extremo opuesto del patio, donde unos artistas acá, conceptuales, bien pinches modernos, posmodernos, poposmodernos, popotitosmodernos o cualquiera que sea la clasificación de lo absurdo estos días, pintaban una barda e invitaban a la raza a contribuir con sus garabatos.
     Ni tarda ni huevona, mi morra se apuntó luegoluego para plasmar una frase rojilla posrevolucionaria mientras yo fui a mear porque entre el frío y la cheve, pos qué le hace uno. De ahí ya nos movimos cerca del escenario porque, aunque todavía no llegaba mucha gente, mi morra quería asegurarse de estar cerca de su objeto de adoración, la Feist esa, cuando, tres o cuatro horas después, saliera a deleitarnos con su melodiosa voz.
Estaba un diyei en el escenario, un tal André VII, que, híjole, no mames, mejor hubieran puesto la discografía de Timbiriche y la raza se hubiera prendido más. Pinche André VII, con su luc acá del joven manos de tijera (y así como mezcla ese güey me imagino que mezcla el pobre Edward que no tiene deditos pa’ moverle a la tornamesa), nos aburrió a todos al mismo tiempo que el pinche frío se hacía más pegador. Nuevamente fui a mear.
Pasaban los minutos y se iba llenando un poquito más el changarro hasta que se apagaron las luces y salió al escenario una morra que se parecía a Ximena Sariñana pero no era, la pude distinguir porque no hablaba como retrasada mental, bueno, tenía el acentote español que es casi como de retrasado, pero no tanto, y que empezó a cantar canciones melosas acá, pero en inglés. Hueva total, sueño y otra vez ganas de mear.
     Acabó el triste espectáculo de la Sariñana española políglota y subió al escenario la única cantante de la noche que me entretuvo poquillo y que hizo que se me quitara el frío un rato. No sé cómo se llama, pero canta como si estuviera gritando, pidiendo auxilio desde las garras de una bestia salvaje que la estuviera violando. Se bajó del escenario y anduvo ahí entre la raza, firmando discos y la madre, y yo le grité que me besara pero en realidad tenía ganas de mear.
Al final, no mames, por fin, que sale la tal Feist (que no es otra que una señora jipi). Estaba yo muy a gusto escuchándola, abrazado de mi morra, quedándome dormido, cuando —¡putos!— unos güeyes llegan empujando, acá, mal pedo a la raza porque querían colarse más cerca de escenario para ver a esta señora jipi. Me enojé y le dije a uno que no mamara, que a mí no me anduviera empujando, añadí que le iba a partir en su pinche madre. Otro, porque al que me dirigí agachó la mirada, me dijo algo así como que estaba en un concierto, que o sea, y siguió empujando. Feist empezó a cantar “Mushaboom”.
     Ahora imagínate la escena, un pinche pornorteño en un concierto jípster; cansado, con frío, con ganas de mear, aburrido ya con la pinche música y luego retado a duelo por tres pendejos sin noción de cómo va el mundo. El primero, que, pobrecito, era el más puto de los tres, ni se dio cuenta de lo que pasó; con el primer puñetazo lo dejé fuera de combate. El segundo casi alcanzó a reaccionar pero de una patada en los huevos también cayó chillando. El tercero me dio la espalda intentando huir, pero los que estaban atrás de nosotros (y a quienes supongo que ya habían empujado) no lo dejaron pasar y, méngache pa’ca, lo jalé para que me diera la cara. Creí que se iba a zurrar del miedo pero no, se puso en guardia. Me cagué de la risa y le dije que se fuera a empujar a su pinche madre al otro lado del escenario. Ayudó a sus amigos a levantarse y los tres se fueron.
     Se me olvidó el pinche frío un ratillo pero más tarde me volvió a dar, y con él regresó también el sueño. Se acabó la madre esa y ya de regreso a la casa mi morra me dijo que no me sé portar en los conciertos indis, que a lo mejor eso está bien para un concierto de Celso Piña allá en la Risca, pero que la gente civilizada no se agarra a putazos nomás porque sí. Yo le respondí que sí, que probablemente así sea, pero que uno es lo que es y que yo soy ese que nunca va a dejarse maltratar, y menos por tres pendejos fans de la música de una señora jipi que canta canciones de cuna para bebé.

J.S.
Noviembre de 2012

viernes, 23 de noviembre de 2012

Más vulgar aún




Él trepa por tus ventanas,
forcejea con tu gente,
intenta violarlos.

Necesitas
esconder a tus hijos,
esconder a tu esposa
y esconder a tu marido,

Porque están violando
a todos aquí.

 

Noviembre 2012
J.S.
[Traducción libre de una tragedia verídica]

viernes, 16 de noviembre de 2012

La (¡pinche!) censura


Hay una pinche cosa que es la hija de la chingada censura (¡puta!)* y que está en todos lados como dios, como el diablo o como las enfermedades venéreas. Está ahí, mírala, a tu lado mamando de la chichi de la diosa moral (que es una loba, pero nadie lo ha notado) y está allá, en la caja idiotizante, en la propaganda internacional (internet) y hasta en las conversaciones de borrachos cualquier noche de peda (¡vergas!).
     Esa, la que se nota, es la censura lait. Es la que el ojo no entrenado (sin albur, putos), detecta sin problema y señala (y a veces condena, como si condenar importara, pendejos). Nadie la pela (otra vez sin albur, o no sé, póngase el saco si quiere, pinche lector maricón) porque ahí está, al alcance de la mano (a partir de aquí, cualquier cosa que pueda ser un albur, lo es) y es bien sabido que el primer paso para olvidar las cosas es tenerlas ahí encueradas a la vista.
     Hay otra censura, pinche lector maricón, que no se ve. ¿De dónde mama esa censura? ¿Quién la ha visto o la ha detectado siquiera? ¿A quién le agarra las nalgas? Nadie sabe y eso… eso sí que es preocupante (¡putas!).
     Esa es la verdadera censura, la que ni se detecta porque se omite por completo, porque ni siquiera es correcto señalar aquello a lo que se refiere, y en este campo entra el pornorteño (te reto, pinche lector joto, a que encuentres una referencia al pornorteño en internet, alabándolo o criticándolo, como prefieras, pero que lo mencione) al igual que entran muchas otras manifestaciones de la llamada contracultura (¡chichis!).
     Otro ejemplo que se me ocurre de esta censura absoluta es en el campo de la música, el grupo Marrano (del cual es probable que tú, pinche lector joto, sí hayas escuchado hablar, pero te reto, puto, te reto a que me cites tres canciones de ellos sin consultar el gugle jodido), que se dio a conocer en grupos más amplios de la población pero cuya obra sigue siendo tabú en todos los medios de difusión.
     Les dejo, pues, esta reflexión para que se les vaya quitando lo pendejo, y les dejo también una canción de Marrano para que vayan conociendo lo que es bueno (¡vergas!).


 *Este blog contiene más groserías innecesarias que cualquier otro (¡chingado!).
Noviembre 2012
J.S.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Esperanza



Un día me aburrió mi trabajo. Estaba cansado, harto. Ya no me divertía como en antaño levantar güeyes, ni cuando se zurraban en los calzones porque les decía bajito al oído que ya los había cargado la verga, ni cuando hablaba con sus familias que lloraban y se ponían en chinga a conseguir lana nomás escuchando que les iban a empezar a llegar, en pedacitos, dedo por dedo, oreja por oreja, hueso por hueso, sus familiares levantados.
Tampoco me entusiasmaba como en los primeros días eso de andar baleando policías que andaban en la pendeja. Sí, las primeras veces fue algo acá, chingón, pero después del doceavo, del veinteavo, del ya no supe a cuántos nos chingamos, pues ya estuvo. Empinar a pendejos no tiene chiste, y a eso es lo que yo hacía pa’ tragar.
Nomás que en este bísnes de los putazos no hay pa’ dónde hacerse: el putazo es la constante y nomás va cambiando el que lo recibe. Cuando un puñetillas como yo decide que ya se hartó de tirarlos, no hay de otra, le toca recibirlos. Así es como decidí morir.
No me preocupa la chinga que me van a meter porque pos uno se va acostumbrando a todo. Van a venir cuatro güeyes en una troca; se van a bajar tres; uno se va a quedar en la puerta del cantón y los otros dos van a entrar en chinga loca; si nadie les estorba, no se van a chingar a nadie porque vienen por mí; pero si a mi jefa, o al pendejo del carnal, o incluso al pinche Fluffy, se les ocurre meterse al desmadre, van a salir baleados gratis.
Luego me van a llevar a la bodega y me van a decir lo que yo les dije a los que se hartaron antes que yo: y qué dijiste, pendejo, ya me culié y ya me voy, pos no, cabrón, no te vas, te llevan, ¿sabes quién te lleva? Pos la verga. Yo no les voy a decir nada porque ya estoy curado de esa mamada, no como los pinches novatos que yo me eché, que se me tiraban a las rodillas y me rogaban que no los empinara, que ya iban a hacer bien su jale, y pendejadas que yo ni escuchaba porque de ratillo me ganaba la risa y mejor los mataba porque pobrecillos pendejos, pa’ qué hacerlos sufrir más si me pagaban lo mismo por decapitado, estuviera o no embarrada de mocos la cabeza.
Yo los voy a ver directo a los ojos, al compi que me va a chingar, para que vea que no le tengo miedo, para que sepa que no soy como él. Antes de que me mate le voy a decir que a él también se lo va a cargar la chingada como a todos, y que ya quiero ver cómo va a estar de culeado cuando sepa que no le quedan ni dos minutos de vida y que ya ni tiempo le queda pa’ pedirle a la Santa Muerte algún milagrito pa’ él o pa’ los que deja hambreados en este mundo de mierda.
No dejé ningún pendiente y por eso ya me vale verga lo demás. Mi jefa ya tiene su casa y un dinerito guardado pa’ que no tenga que seguir lavando calzones jediondos ajenos. El carnal, pendejo y rependejo y requetependejo, ya valió verga también porque ya anda en las mismas que yo pero la verdá es que no trae nada en el morral y cualquier día lo empina un cholillo puñetas pa’ bajarle la troca.
Y pos ya, nada, nomás me queda esperar porque, pinche vida perra, ahora que por fin estoy listo para algo, me la está haciendo larga y no veo pa’ cuando lleguen estos cabrones. La ironía, la pinche ironía del güey que toda la vida anduvo huyendo de la sombra del hambre, de la miseria y de la necesidad, y que ahora se sienta a esperar tranquilamente a que se lo lleve la chingada: al final resulta que sí era cierta aquella mamada de que la esperanza muere al último.

Noviembre 2012
J.S.